No me da la vida para ser periodista, intervención realizada por María Méndez.

No me da la vida para ser periodista por María Méndez Presidenta Asociación de Periodistas de Galicia.

Indescriptible impotencia. Pero también una enorme complicidad es lo que provocan intervenciones como la realizada por una periodista de un importante medio de comunicación gallego,  en el transcurso del último Congreso “Medios de Comunicación e Igualdad” organizado por la Asociación de Periodistas de Galicia (APG).

“Hoy me permito estar con vosotros porque es mi día libre, pero muchas veces son las que tengo que declinar la invitación de otros foros porque de verdad, no me da la vida para trabajar como redactora jefa y cuidar a mis dos niños. Yo creo que a los hombres les resulta más fácil, y por eso ellos ganan un espacio que nosotros no tenemos”.

Es la viva y rotunda declaración del esfuerzo supremo que vienen realizando las mujeres en una profesión que por desgracia, sigue sin superar la brecha entre géneros. De hecho, nuestra situación laboral no ha mejorado sustancialmente desde que nos incorporamos a estas tareas, encontrándonos  además con importantes obstáculos laborales que nos han impedido un reconocimiento igualitario. Dificultades que, si cabe,  se han acrecentado de manera drástica con la irrupción del Covid19 en nuestras vidas.

Resulta desolador que con la pandemia que nos devasta, la mitad de las mujeres periodistas hubieran  experimentado un aumento de las desigualdades de género, según una encuesta realizada durante el pasado año por  la Federación Internacional de Periodistas (FIP) entre más de 500 mujeres periodistas en 52 países.

Estos tiempos de cólera, que tantas limitaciones ha generado en todas las facetas vitales, nos ha desvelado también con meridiana nitidez la fragilidad que ya venía soportando la presencia de la mujer en muchos ámbitos de la profesión periodística.  Pero de manera más desorbitada, si cabe, en el terreno de la conciliación de la vida laboral y familiar.

A pesar de los esfuerzos en materia de igualdad que se han venido realizando durante los últimos años, siguen resultando claramente insuficientes las medidas tendentes a favorecer  una participación equilibrada entre ambas tareas: la personal y la profesional.  Prueba de ello es que cuando surgen imprevistos como los provocados por la pandemia con el cierre de colegios y la suspensión de actividades de los más pequeños, las mujeres periodistas son las que optan de forma mayoritaria por reducir su jornada laboral para hacer frente al cuidado de los niños.

Encuestas acotadas a algunas áreas geográficas, apuntan que hasta un 83% de las mujeres periodistas han tenido que recurrir a esta medida laboral. Y ello a pesar de que la crisis sanitaria ha aumentado la flexibilidad del puesto de trabajo y la capacidad de trabajar desde casa. Una versatilidad que pudiera parecer  ventajosa, pero que resulta incompatible   con el ejercicio de una profesión que requiere una extrema movilidad y adaptación horaria acorde al acontecer informativo.

 

Y por supuesto, a medida que la crisis económica hace mella en las empresas mediáticas, la gestión de los tiempos para ajustar ambas realidades también se torna mucho más compleja, al tener que realizar las mismas tareas con unas redacciones más achicadas y por tanto, con menor capacidad de maniobra a la hora de poder optar a horarios que permitan poder conciliar.

Constando pues que aún pervive una reproducción de los roles de género y que la opción de ser madre sigue penalizando a la hora de ejercer esta profesión, podría concluirse  que ser mujer implica un enorme hándicap a la hora de prosperar en la escala profesional.

De tal forma que las redacciones siguen siendo territorios femeninos, mientras que los despachos se mantienen como dominios masculinos.  Así,  y a  pesar de que cada vez es mayor el número de mujeres que se incorporan a la profesión (hasta un 60%), sigue dándose una absoluta primacía de los hombres en los puestos directivos (hasta el 75 %).

No me da la vida para trabajar en esta profesión, decía nuestra periodista como el más fiel reflejo de la situación que atraviesan las mujeres que ponen sus talentos y su quehacer al servicio de esta honorable actividad. Las agendas públicas y la política social, deberían cincelar entre sus prioridades esta queja inspirada por una lacerante ausencia de equidad de género.

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